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Una mañana de un enorme amor de salvación

05 Apr 10 - 03:05

Una noche, una pequeña luz de una gigantesca esperanza.

 

Una mañana de un enorme amor de salvación.
 

Autor: Alan Josué Saldaña García         Fuente: www.educaresamar.com

 

 

Juntemos la vivencia del Sábado Santo por la noche; de la vigilia, y el gran día del Domingo de Resurrección, la Pascua.

 

En esta noche hemos vivido la gran alegría de la esperanza, en medio de la oscuridad, del dolor, de la tristeza, del pecado. En medio de nuestra condición humana al error, al pecado, al fallar.  A la noche que nos recuerda el mal, al demonio, le vencemos,  ahí le vencemos.

 

Nace en medio de esta oscuridad una luz, una luz pequeña que crece en una fogata de esperanza, que se convierte en una realidad, esta fogata es el fuego del amor de Dios Espíritu Santo hacia nosotros, que prende una pequeña llamita en cada uno, en nuestra vela o cirio pascual, de nuestro bautismo, de nuestra comunión o confirmación, o nueva. Simboliza pues esta renovación autentica de fe al amor incondicional a Cristo, porque ÉL NOS HA SALVADO de la muerte eterna.

 

La noche se ilumina, es nuestra alma, nuestro espíritu que ahora está vivo, que renace de la oscuridad del pecado y mata al demonio, lo expulsa de nuestras vidas.

 

Cristo ha resucitado, ALELUYA, ALELUYA, resuenan las campanas del mundo, los corazones se alegran. Hemos vencido junto con Cristo a la muerte para ganar vida autentica y eterna.

 

En la mañana, ya domingo, el sol sale triunfador. Llena con su hermosa luz, al mundo entero. En Cristo que ha vencido al demonio y nos trae la buena nueva se nos ilumina, y ahora esa llamita se ha hecho un sol en nuestros corazones, estamos unidos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

 

Tenemos ahora después de un tiempo de sacrificios, purificación y penitencia, si la hemos vivido bien, un tiempo de gloria, de cambios de verdad y sinceros, de vida eterna.

 

Ganamos.

 

 Depende de nosotros seguir en este camino, de cambiar de verdad, de ser otros, hemos renacido en Cristo y Él nos ha regalado el elixir de la vida, de la inmortalidad. Existe y está muy cerca. Por cientos de años el hombre ha buscado constantemente hasta nuestros días, el elixir de la inmortalidad, de la juventud eterna, y los cristianos, la tenemos desde hace dos mil años y aun así muchos tal vez tú mismo no te has dado cuenta.

 

Si esta cuaresma la viviste mal, hipócritamente, culturalmente o por tradición, has perdido tu elixir. Y aun así, en estos 50 días de pascua de fiesta, que tendremos para vivir de verdad intensamente esta renovación bautismal, de vida, de inmortalidad, tienes la oportunidad de verdad de redescubrir a Cristo y resucitar que nunca es tarde con Él, y ganarte la vida y el amor.

 

De confesarte, de dejar de tomar en exceso, de dejar de dañarte a ti y a los demás en mentir, en ser hipócrita, en robar, en ser incrédulo, en dejarte llevar por la impureza, en el placer, en la conformidad.

 

Si eres madre o padre de familia, en aconsejar, en orar y guiar a nuestros hijos por el camino del verdadero amor, de la paz, de la felicidad. En que no tomen de más, en que vivan la castidad como un regalo de amor, que en 30  minutos de estupidez podemos tener consecuencias para toda la vida. En no conducirlos en el placer inmediato e infeliz, en no dejarles el camino a las adicciones.

 

Cambia de verdad y vive de verdad en Cristo.

 

El elixir de la vida o de la inmortalidad, que desde tiempos inmemorables busca la humanidad, existe. Sí, esta hierba medicinal contra la muerte, este fármaco de inmortalidad existe. Se ha encontrado. Es accesible. Esta medicina se nos da en el Bautismo.

 

Una vida nueva comienza en nosotros, una vida nueva que madura en la fe y que no es truncada con la muerte de la antigua vida, sino que sólo entonces sale plenamente a la luz.

 

También hoy los hombres están buscando una sustancia curativa de este tipo. También la ciencia médica actual está tratando, si no de evitar propiamente la muerte, sí de eliminar el mayor número posible de sus causas, de posponerla cada vez más, de ofrecer una vida cada vez mejor y más longeva.

 

 

Ahora bien, preguntó: ¿qué ocurriría realmente si se lograra, tal vez no evitar la muerte, pero sí retrasarla indefinidamente y alcanzar una edad de varios cientos de años? ¿Sería bueno esto? La humanidad envejecería de manera extraordinaria, y ya no habría espacio para la juventud. Se apagaría la capacidad de innovación y una vida interminable, en vez de un paraíso, sería más bien una condena.

 

La verdadera hierba medicinal contra la muerte debería ser diversa. No debería llevar sólo a prolongar indefinidamente esta vida actual. Debería más bien transformar nuestra vida desde dentro. Crear en nosotros una vida nueva, verdaderamente capaz de eternidad, transformarnos de tal manera que no se acabara con la muerte, sino que comenzara en plenitud sólo con ella.

 

 

Nos lo ha dicho nuestro Papa Benedicto XVI, en esta vigilia Pascual.

 

 

La inmortalidad la hemos recibido en nuestro bautismo porque hemos rejuvenecido en Dios, vencido la muerte y ha Satanás, nuestros errores nos han alejado por el pecado venial y mortal de Dios y de esta juventud, pero cada vez que te reconcilias de verdad y plenamente con Dios renaces, en esta noche del sábado y en este domingo hemos renacido en la luz de la juventud, hemos renovado nuestro bautismo y nos hemos vuelto jóvenes, hemos comenzado de nuevo.

 

 

No busques la inmortalidad física sino espiritual, y encontraras la resurrección,  la perfección del cuerpo santo y puro,  y vivirás de verdad en plenitud en la verdadera vida en Dios aquí y en la otra venidera.

 

 

Si el mundo viviera cientos de años la juventud moriría con ella, la vida también porque sería vista como insignificante, aburrida y falsa, ciega. El espíritu suicidado hace tiempo y la esperanza perdida, la condenación más firme y la salvación más muerta. La vida y la juventud están en la resurrección que se basa en el amor, en el perdón, en la Verdad: en Dios.

 

 

Concluyo con las mismas palabras con las que nuestro Papa Benedicto XVI concluyó:

 

 

Sí, la hierba medicinal contra la muerte existe. Cristo es el árbol de la vida hecho de nuevo accesible. Si nos atenemos a Él, entonces estamos en la vida.
 

Contacto: asaldanag@educaresamar.com     


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