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P. Luis de Moya, Opus Dei

 
Luis de Moya (Ciudad Real, 1953), se vale de un programa de dictado al ordenador para responder a Zenit las preguntas que le formulamos. A causa de un accidente, perdió la movilidad, pero no la fuerza interior, gracias a la cual, desde su silla de ruedas, irradia al mundo entero su pensamiento, noticias sobre la vida, homilías, consejos para la amistad etc.
 
Luis de Moya es el mayor de ocho hermanos. En 1971 empezó a estudiar medicina en Madrid, y al año siguiente solicitó la admisión en el Opus Dei. Después de los estudios, marchó a Roma, donde estudió teología y al regresar a España recibió la ordenación sacerdotal.
 
Además de sacerdote y médico, Luis de Moya es doctor en Derecho Canónico. Se ha encargado de distintas capellanías universitarias en la Universidad de Navarra, y aún hoy se puede dedicar, con las limitaciones propias de su estado, a esa labor que le apasiona, tarea que compagina con sus páginas web desde las cuales anima a luchar a favor de la vida y la dignidad de la persona.
 
«En abril de 1991 sufrí un accidente de tráfico a consecuencia del cual quedé tetrapléjico», explica en el libro «Sobre la marcha», fruto de sus experiencias después del accidente (está publicado en castellano --editado por Edibesa--, en francés, portugués e italiano). Ha dedicado el libro a su madre y «a tantos, que saben aprovechar las deficiencias de los demás para ser grandes en la vida.»
 
«Ir por el mundo con complejo de víctima, como dando pena, se me hacía poco gallardo y un tanto falso, porque veía con claridad que teniendo la cabeza sana no había razón para no utilizarla con provecho», manifiesta en su libro.
 
Luis de Moya ha creado «Fluvium.org», un portal con buenas noticias: «Todo comenzó hace ya más de diez años con una página personal con la que intentaba conectar con algunos alumnos, ofrecer el libro recién publicado, colocar unas breves homilías semanalmente, ya que había perdido en buena medida la capacidad de hablar en las aulas, y poco más», nos cuenta.
 
«Mi horizonte informativo por entonces terminaba en las fronteras de Pamplona. No pensaba, de hecho, sino en seguir siendo una especie de capellán virtual de la Universidad de Navarra desde mi ordenador, ya que no podía serlo más como hasta entonces».
 
El fenómeno de Internet fue un descubrimiento: «Pronto acabé por descubrir que el concepto "frontera" apenas existe en la red. Me parecía fatal, en consecuencia, no llegar a tantos ordenadores como fuera posible con el mejor contenido que pudiera aportar».
 
«A todo esto, mi desconocimiento de los programas que se utilizan y, por supuesto, sobre informática era absoluto. Y ahora sólo sé un poco más. En todo caso, veía que tenía que conseguir dar mayor difusión a muchas ideas buenas, interesantes para la vida, necesarias en la sociedad, que proclamadas una vez, tal vez con gran éxito, acaban en el olvido, porque somos olvidadizos o porque así se pretende», confiesa.
 
«Pensé, entonces, en un pequeño abanico de temas y eso es "Fluvium". Una síntesis de lo que pretendo está en: http://www.fluvium.org/textos/fluvium.htm».
 
En estas páginas hay «deficiencias incontables, pero, por fortuna, hay un único culpable que soy yo: todo, absolutamente todo lo que hace falta para que esas páginas se vean. A excepción, claro está, de mantener el servidor, que ésta en Estados Unidos y que, de vez en cuando, falla».
 
«Sobre eutanasia, me parece que lo tengo ya todo dicho», afirma, y nos remite a http://www.muertedigna.org.
 
«Enseguida me sacaron en los medios y, como consecuencia, empecé también a difundir lo que decía y lo que decían otros, simplemente honrados y con sentido común. Lo que comenzó siendo una sección, que engordaba y engordaba de aquellas primeras páginas personales, terminó por tener un dominio propio», concluye.
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